viernes, 12 de junio de 2009

Lo que el viento se llevó



Yo salía con mis primos. Mis primos sus novias y yo con mi novio, y estaban echando por primera vez “Lo que el viento de llevó” en Cádiz, sería por el año 50. En el teatro Falla ya no había asientos, sólo gradas. Fuimos, y cuando estábamos viendo la película se apagó la luz, y se cayeron unas cajillas de gaseosa y una mujer dijo que había fuego, y a otra mujer le dio fatiga en el patio de butacas, y para qué te quiero contar...


Nos levantamos de los asientos, todo estaba oscuro, y no sabíamos por dónde ir, y cuando se encendió la luz, cada uno estábamos por un lado. La novia de mi primo, estaba agarrada a otro y llorando, y yo por otro lado. Mi novio se asomó a una ventana y nos dijo que no pasaba nada por que la gente estaba paseándose por la calle tan tranquila. Mi primo con los ojos desorbitados mirando para arriba, y le decíamos: ¡José! Y el decía ¡¡¿qué?!!, y nada más sabía decir qué a todo lo que nosotros le decíamos ya que estaba nervioso, y de estar sentado arriba del todo. Cuando nos dimos cuenta, estábamos abajo y todos los chaquetones, rebecas, paquetes de tabaco y mecheros, estaban tirados por los asientos. Cuando salimos del teatro estaba lloviendo a mares, así que esperamos a que escampara. Fuimos a comprar pescado frito, y nos metimos en un bar. Después nos fuimos para casa, y cuando llegamos empezamos a contar todo lo que pasó, y mi hermana se moría de la risa, se le veía la campanilla, y se le caían las lágrimas. Estuvimos un mes contando lo del teatro, y riéndonos.

Mi primo, pasaba por la puerta, y mi suegra le decía: “¿José vamos a ir a ver Lo que el viento se llevó?”, y él le contestaba: “¡Eso lo va a ver su “puñetera” madre!”. Y aún hoy nos acordamos y nos echamos a reir.

jueves, 21 de mayo de 2009

16 primaveras


Aquí me véis con 16 años. Con dieciséis primaveras tan hermosas como la margarita de mi pelo. Como dije antes yo no tengo abuela.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El teatro en compañía




Junto a mi casa vivía Rosario Montado la abuela de Antonio Montado el peluquero, y tenía un nieto que se llamaba José, pero le decían Pepete. Tocaba las castañuelas, y le gustaban los espectáculos. Un día nos reunió a todas las niñas del barrio. En frente de mi casa había otra casa que le decían “el corral de Mariquilla y Margarita”, que eran las tías de mi cuñado. Allí había una cocina grande, que era donde nos llevaba a ensayar, y nos preparaba para el día de la función, que fue un éxito. A mi la abuela de Pepete me dejó unas enaguas blancas con tiras bordadas y un mantón de crespón y de flecos de espuma que eran de su madre, y cada una íbamos vestidas de diferente forma, y nos arregló una muchacha que lo hizo muy bien. Se vendieron todas las entradas, y todas las azoteas estaban llenas de gente así como el corral de Mariquilla de bote en bote y la puerta donde mi cuñado estaba recogiendo las entradas.

Pepete era una persona muy buena con mucha educación y mucho talento, que antes de morir escribió tres libros, yo compré el primero que viene hablando del teatro del corral de Mariquilla.
Yo era una muchacha muy guapa, con los ojos verdes y una trenza larga que quitaba el sentido.
Me echaban muchos piropos y me decían que tenía los ojos muy bonitos, tenía muchos pretendientes, uno era Rafael Ortega, el torero, y el otro el mozo de espada de El Mondeño. Yo no tengo abuelas. Yo iba con mis amigas cuando nos enteramos de que estaban buscando muchachas para una obra de teatro y fuimos. Me quedé yo, mis amigas no porque les daba apuro y vergüenza. Bueno, no veas como me lo pasé ensayando, allí estaba Pepe Alconchel que era de aquí de La Isla y tenía mucha gracia. Un día, en el escenario del teatro de las Cortes, se le olvidó lo que decir y dijo que había venido su tía en el tren y había traido una cacerola llena de albóndigas, y nos pusimos a reir, no veas lo que se formó en el teatro, todos los que estabamos haciendo la obra nos tuvimos que volver de espaldas muertos de risa. Allí también trabajaba Pacoco Jiménez Ponse. La obra la estrenamos en el teatro de las Cortes y después fuimos a Puerto Real, y estuvimos por todas las calles con una Rondalla hasta llegar al teatro y cuando terminó la obra nos fuimos para el ayuntamiento, y allí había una mesa que no faltaba de nada, el Alcalde nos dio un banquete. Después fuimos a Barbate al teatro Franco, y todavía, antes de morirse, me decía Pacoco por las calles: aligérate que hoy es el ensayo general.

miércoles, 15 de abril de 2009

Gallineras, Carmela la del hoyo, Salerito, Chano el gitano, Cabeza Menuita y Come Cerillas

Bueno, en Gallineras venían los barcos con las caballas y los pescadores iban a vender las caballas por todas las callijuelas, y pregonaban: Caballas de la isla para asarlas. Y por las noches, en la calle Lauria nº 15, había un patio donde vivían muchos vecinos y salían todos a la calle a tomar el fresco. Y había una vecina que le decían “Carmela la del hoyo”, que tenia un anafe de barro y asaba las caballas. Y por la noche había un olor por toda la calle que te quitaba el sentido.

Allí vivía “el Salerito” y se ponía a cantar y a bailar, pero para hacerlo se ponía descalzo y se remangaba los pantalones, y todas las niñas nos poníamos a jugar a la rueda y al escondite y los niños se venían detrás de nosotras, uno de ellos era “Chano el gitano” que de mayor vendió marisco en La Gran Vía, y dos más, que a uno le pusimos de nombre “Cabeza Menuita”, y a otro le pusimos “Come Cerillas”, porque tenía los pelos de punta, y se le hacían remolinos en la cabeza.

La Guitarra de mi padre

Mi padre tenía una guitarra, y la tocaba muy bien. Y un día se la pidió su primo y se fue de juerga 3 días, y cuando volvió, apareció sin la guitarra. Y como mi padre por ser tan bueno se quedó sin la guitarra, hoy no la tiene mi hijo Antonio que sabe tocarla.